Presentación

EL PLACER DE UNAS BOTAS USADAS

El autor saluda la publicación Elogio del sosiego, del escritor najerino Desiderio C. Morga,
en sello editorial Mangolele

Unas botas usadas nos llaman desde la cubierta de Elogio del sosiego (Mangolele, 2011). Son unas botas con caña y cordones, sin suelas virgueras ni diseño virtuoso: las botas perfectas para hacer los caminos que Desiderio C. Morga nos propone en su último libro. Uno de esos senderos es en el tiempo: del hoy al ayer en busca de una Edad de Oro en la que la vida se organice con la lentitud agraria. Otro de las rutas es en el espacio, rumbo a una Arcadia que no es otro sitio que “una pequeña patria colmada de sosiego” donde “lo más exótico se vuelve a cotizar en la pequeñez”. Y finalmente un viaje moral que nos ayuda a comprender que “no hay perdón sin arrepentimiento, ni redención sin penitencia”, pero que también debe hacer tiempo y lugar para “la clemencia, la concordia y la magnanimidad”.
            Visto esto, parece anormal que los textos de Elogio del sosiego aparecieran en el periódico de pago Noticias de La Rioja durante 2005 y 2006, pero así fue. La nueva dimensión que estas “crónicas de a diario” adquieren ahora se debe a que Morga las ha organizado como un calendario en el que los textos se suceden con un orden natural y personal: el frío, la gripe, la matanza, el regreso de la cigüeña, el Día Mundial de la Poesía, la República, las pelusas, la selectividad, el mar, el tour, el fin del verano, Chile, la vendimia, la Constitución… Esta organización no responde al orden en el que las columnas aparecieron, pero leídas al calor de esas botas usadas parecen más bien páginas de un dietario.
Ahora que de esos hechos que sirvieron de percha a Morga para colgar sus columnas no queda otra memoria que sus columnas es cuando adquieren todo su valor ya que son los textos del poeta najerino los que sostienen la percha de los hechos que dieron ocasión. Y este milagro se consigue con literatura.
            Las claves literarias de estas páginas de Desiderio C. Morga están por un lado en la elección del tono conversacional (muy similar al que usó para descubrirnos los rincones de su pueblo en Callejero de ausencias), en la utilización de recursos propios del lenguaje poético (“la noche es un descampado gótico de charol”; “la preciada camisa de los hombres felices”) y en el uso de un lenguaje que gusta no tanto del arcaísmo, como de las palabras que evocan realidades desaparecidas (filandón, majada), localismos (maula, chirle, hortal, dalle) o simplemente suenan (ronronero, campiñarri, calimoco, uñazco, salchucho).
            Pero tampoco cabe desdeñar el interés de Morga por los “detalles de textura sucinta y elemental”; por la preferencia por lo natural frente a lo sofisticado (“buscar boletus bajo las coníferas es tan fascinante como practicar el ala delta”), y por aquellas personas “que trabajan lo mínimo para vivir con máxima sencillez”. Por eso, los protagonistas de las crónicas de Morga son gente normal, personas que hablan en los bares, que hacen tratos dándose la mano, que comparten el porrón y sufren la vida y viven la muerte, individuos sin mayúscula, o con diminutivo.
            Esta capacidad poética y esta sencillez, este viaje a otro tiempo y otro lugar, no le hace olvidar la crítica ni la ironía: “Nos armamos hasta los dientes para saber que, al final, lo que nos sobrevive son los empastes de la dentadura”, dice, pero también señala la voracidad de los banqueros, la hipocresía de los ministros de Medio Ambiente y la vacua verborrea de quienes echan gasolina al fuego del Estatuto catalán. Con todo, Morga, ajeno al ladrido habitual de los opinadores profesionales, intenta comprender el momento que le toca vivir: “no soy de los que evocan neciamente los tiempos retrógrados; antes bien, procuro separar lo que me ha tocado vivir y lo que ocupa a quienes hoy lo hacen con sus circunstancias”.
            Todos sabemos que hay muchas maneras de llevar adelante el peso de los días. En Elogio del sosiego, Desiderio C. Morga nos enseña que camina “con la serena indiferencia de quien está de eventual”. Y para ello, esta bella edición de Mangolele, nos ofrece simbólicamente sus botas. Unas botas hechas se belleza y amor, de poesía y piedad, que nos han de llevar hasta esa “pequeña patria colmada de sosiego para vivir en paz la gloria de los modestos”. Y leyéndolo uno descubre el placer de acompañarle en ese viaje.


       José I. Foronda